Te quiero escribir. Pasan los meses y sigo con diálogos en la cabeza que quiero tener con vos, peleas que no se nos dieron, preguntas que me quedaron en el tintero. Quiero escribirte, un mensaje, un mail, poemas, historias, escribiría un libro por tu culpa… Tengo un montón de historias pero solo quiero escribirte a vos. Es que no sé cómo hacerte llegar mi último mensaje. Quiero asegurarme de que sepas que nada de lo nuestro fue en vano y que, aunque nos merecíamos una despedida mejor, te deseo una vida libre de torturas. Ojalá me pienses mucho menos de lo que yo te pienso a vos, ojalá me olvides, en un buen sentido, que mi nombre no te mueva nada, que mi fantasma no te visite, que no te arrepientas de (al fin) haberme sacado de tu vida. Pero también ojalá me encuentres de vuelta. Sin buscarme ojalá te encuentres con mis palabras, con los mensajes perdidos que voy a intentar mandar en el tiempo. Ojalá me leas y te veas reflejado en estos renglones, reconozcas que te escribo a vos,
Sí me importa, me duele y me mueve. Creo tener medios para contactarte pero no los uso. ¿Contradice esto a lo primero? Me hace sentir incómoda el pensamiento de que quizás decidiste quedarte quieto en tu infelicidad, que te determinaste tan fuertemente a dejar todo pasar y no apegarte a absolutamente nada que hasta vos mismo olvidaste tu cumpleaños. Pero respiro profundo y me calmo. Podrías dejar de darle importancia a tu cumpleaños pero no olvidarlo. Podrías llegar a desapegarte voluntariamente de muchas cosas pero no abandonarías a tu compañero canino. Mientras tengas algo a lo que cuidar vas a elegir estar, así como supiste cuidarme a mí, sé que vas a elegir cuidarlo a él. Así que sí, me importa, sí, me duele (irónicamente) quererte, me molesta la idea de que pienses que no, aunque sea sin querer, cuando sabes que en realidad no es así. Quererte y no tenerte es lo que duele en realidad, porque el cariño que te tengo es bastante sano. Muchas veces por este cariño me levanté en
Quiero escribirte, ¿por que no me dejaste despedirte? No más te fuiste, al fin te fuiste, diste el gran paso y no me dejaste decirte chau. Te fuiste como si no tuvieras ganas de intentarlo ni de esperar una eternidad de ser necesario, como si lo tuvieras planeado, como si realmente ya no me quisieras. Te agradezco que al fin lo hicieras, te agradezco que al fin te fueras. Yo nunca te hubiese liberado, no podría haberte soltado si no me hubieses obligado, y ni así. Supongo que al fin de cuentas esta era la única manera, realmente la despedida formal no podía tener lugar. Ninguno la hubiese resistido. Yo no te hubiese soltado, vos no te hubieses ido. Está bien que lo hicieras como lo hiciste. En silencio y de golpe. De repente y para siempre.
Volví porque hace un tiempo te busco incluso sin querer. Te busco aunque fui yo la primera en irse, te busco porque me di media vuelta y al fin te fuiste. A lo primero me sorprendí, sí, pero no me preocupé, estaba segura, segurísima, de que ibas a volver. Y asi fue, te apareciste mal disfrazado, con otro nombre pero con las mismas letras. Después de tantos años leyendote no vas a creer que no iba a reconocer tu poesía herida, tus palabras oscuras, tu llanto encubierto. Como digo, mal disfrazado, porque no creo que haya realidad en la que no sea capaz de ver através de tus muros. Pero estaba enojada, irónicamente, yo, que fui la primera en dar la espalda, me enojé al volver a tenerte en frente, agazapado entre tu miedo y ganas de verme. Te ignoré, torpe e ilusa, pecando de arrogante, no te dejé pasar, seguí de largo, me fui a pasear... Cuando me calmé, me admití que era un alivio saber que ahí estabas, me permití alegrarme por vos y tu disfraz, me permití volver a leerte, aunque
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Relato De Sangre Y Miedo 46
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May not.
Capítulo N° 46 “—Después de ella”
—¡No se vale si no tengo arma! —gritó Yesyca pendiendo de la rama de un árbol; se balanceó haciendo fuerza con sus piernas y llegó a la parte superior de esta para continuamente trepar a lo alto del mismo.
—No te escondas—gritó Marceline corriendo hacia donde creía haber oído su voz. —No jugaste limpio desde el principio, no establezcas reglas a esta altura del partido.
Yesyca mantuvo calma la respiración y se aseguró de pisar en una rama firme a la vez que estaba
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Relato de Sangre Y Miedo 45 (2/2)
Capítulo 45 segunda parte.
Yesyca regresó a la mansión algo apagada por su repentina despedida con Jeff. No esperaba que se quedara toda su vida allí en Manhattan pero tampoco contaba con que un día simplemente decidiera irse. También esperaba encontrar a Kioyu para entender que había hecho exactamente con Deimon. De él ni siquiera tuvo oportunidad de despedirse, no formalmente. Cuando llegó se topó con un exquisito aroma de chocolate.
—¿Alicia? —llamó—¿Qué delicia preparaste hoy? —consultó la chica acercándose a la cocina.
—Brown
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Relato De Sangre Y Miedo 45 (1/2)
Capítulo N° 45 “—Despedidas”
Apenas era la media noche pasada. Yesyca estaba agotada y logró sumirse en un profundo sueño al caer sobre el cómodo colchón de la cama de su acompañante, luego de lo que solo ella y él sabían había ocurrido tras puertas cerradas.
Suficiente para Erika. La ausencia de su hermana le fue notable y ella no dudó en aprovecharlo. Se hizo cargo del cuerpo, sintió como a este le cosquilleaban las piernas y el peso de las mismas la sorprendió, las había retraído contra su abdomen para terminar de hacer que reaccionaran. Estir
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Charlotte Price, Sam y Alex Gright.
Una mirada lúcida, un espíritu vivo, una única intención: la de ser feliz. Honesto, solidario y simpático. Siempre sonreía, su mirada era cálida, sus ojos oscuros, su sonrisa contagiosa y su risa una dulce melodía. Una personalidad dulce, una actitud tierna, apuesto físicamente, un chico perfecto; no juzgaba a nadie por nada, le era fácil hacer amigos, era un buen conversador, interesado en el arte, un soñador novato. No tenía problemas con nadie, era uno de los mejores promedios en la escuela, curioso por todo lo que desconocía. Era un ejemplo a seguir. Bien dije, era. Alex, mi
Amanda despertó gracias a una pesadilla de un sobresalto. Ignoró lo anterior con normalidad y empezó con su día. Tenia un sabor amargo en la boca y sentía que la cabeza le iba a explotar. Se levantó de la alfombra polvorienta y se frotó la cara al mismo tiempo que bostezaba y corría su rubio cabello hacia atrás. La luz se colaba por la ventana, opacada por la cortina naranja del lugar. Sus ojos no se lograban adaptar al sol de mediodía que llegaba a sobrepasar las rendijas de la persiana. Arrastrando los pies apagó el reproductor de cd y se dirigió al pequeño baño que el a
Adam guardó la guitarra en su estuche, cerró la cremallera del mismo, y la llevó en su hombro izquierdo camino a casa. Una leve sonrisa se dibujo en sus labios para despedirse de su profesor antes de irse, llevándose con él un extraño sentimiento de calidez y felicidad interiormente. Era temprano aun, y se decidió quedarse un momento en el parque para pasar el rato.
El pasto era abundante y verde, de costado se hallaban los juegos para la entretención de los niños: tres columpios, un pasamanos y un tobogán. Él se sentó en el borde de la fuente, la cual era nombrada como “La fu