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Relato de Sangre Y Miedo 44

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Capitulo N°44 – “Hechos inevitables”

 

Luego una mañana muy activa, el quinto día fue compuesto por una serie de hechos que, si bien no pudieron ser evitados por no poder ser previstos, alteraron las cosas tanto para Yesyca como para el resto de los integrantes de ese entretenido juego, sobre el cual está basado este disparatado relato.

Alicia le preparó de almuerzo pasta a la joven adolescente, quien a pesar de insistir en que no tenía hambre, era, según la amable señora, una muchacha que aun estaba en desarrollo, por lo cual, debía comer. Ante la presencia de Erika, quien sí parecía tener hambre, finalmente aceptó el enorme plato de porcelana española rebalsado de salsa y lleno hasta el tope con pasta casera.
Mientras quien había sido su desayuno almorzaba, Kioyu salió al encuentro con Hunson Abadeer, quien solicitó verlo por un asunto de gran importancia.

Aparcó su auto en el estacionamiento de la fiscalía, y le sorprendió ver el mismo concurrido; había con veinte treinta autos, y eso significaba que había el doble de personas, o quizá menos si era optimista, dentro de las instalaciones. Al ingresar, lo sorprendió ver un revuelo bastante visible. Personas que no recordaba haber visto antes ocupaban los lugares de otros, muchachas bien vestidas y de piernas largas iban y venían de aquí para allá con papeles en las manos y un Manos Libres pegado a la oreja mientras daba la impresión de que le hablaban al aire, los teléfonos sonaban constantemente, el murmullo de varias voces que hablaban a la vez superponiéndose a las otras permanentemente era incesable, todo logró desconcertar un poco a quien no entendía lo que ocurría; al momento fue recibido por Bárbara, detalle que tuvo en cuenta sabiendo que la mujer había estado ausente últimamente en el lugar. La asistente, administradora y supervisora del sistema operativo del lugar, vestía con un elegante traje de oficina gris que por poco opacaba al millonario, llevaba el cabello recogido y una gafas de marco grueso que favorecían notablemente a los oscuros ojos de la mujer.

—Buenas tardes, señor Edgewoodlo saludó educadamentePor aquí por favor—le indicó dándole la espalda a la vez que empezaba a caminar por el transitado lugar—Supongo se habrá enterado de las ultimas noticias, ¿verdad? —preguntó a la vez que dejaba unos papeles en los escritorios por los que pasaba.
—¿El incidente en el hospital psiquiátrico?— Bárbara rió levemente.
—Ojalá fuera solo eso, señor Edgewood, ojalá fuera solo eso.

Ella lo abandonó en la puerta del despacho de Vincent, no sin antes dejarle en claro que era allí en donde lo esperaban. Golpeando levemente el vidrio de la puerta con anticipación, ingresó en la habitación sin esperar respuesta. Al otro lado se encontró con Vincent recostado en la pared adyacente a él, con el uniforme militar de siempre, algo despeinado y una cara de pocos amigos; Hunson estaba sentado en el escritorio, vestido con su traje negro y corbata roja, zapatos a juego, el cabello peinado prolijamente hacia atrás, manteniendo en el rostro una seriedad que no anunciaba nada bueno.

—Buenas tardes, caballeros—saludó—¿Puedo conocer el motivo de reunirnos el día de hoy? —preguntó con un tanto de impaciencia al igual que cordialidad.
—Howard quedará a cargo de las instalaciones—se precipitó Hunson firmemente—Me retiro—anunció—, es mi última palabra—declaró con firmeza. Luego de un momento de silencio, prosiguió: —Kioyu, haz hecho mucho, todo cuanto pudiste, pero esto se nos fue de las manos—dijo con un tono de voz más calmo.
 Kioyu no dijo palabra, lo cual los invitó a proceder.
—Hay un total de cinco jóvenes desaparecidos—dijo Vincent—Al no encontrarse cuerpos se sostienes esperanzas, aunque se sabe que están más perdidos que nosotros. El total de víctimas es redondeado en cien—dijo pasándole una carpeta con varios archivos, fotos, datos, apuntes…—Parecían más, con sinceridad, pero cien no deja de ser mucho.
—Puede que sean más—dijo Hunson—Puede que no hayamos encontrado a todos—dijo dejando que un suspiro se disolviera en el aire—Esto sobrepasó a Marceline, por eso pasó lo que pasó—dijo Hunson, tirando a defender a su hija—Marshall, por su parte, está obsesionado con esa chica... Fionna. La busca de hace días. Está desesperado.

Kioyu permaneció en silencio a la vez que armaba un esquema en su mente con la información de que se le brindaba.

—Me iré con ellos. Regresaré a Londres, no quiero que esto pase a mayores, y lo digo especialmente por Marceline—declaró Hunson—, porque sé que no querrá irse. Ella no tiene nada que hacer aquí—dijo—, pero se aferra al deseo de atrapar a Bauer, y no llega a ver más allá de su obsesión. No ve que se pone en peligro constante por jugar a Policías y Ladrones corriendo por la ciudad… no cuento con Marshall para nada, y pienso llevármelos arrastras a ambos si es necesario.

Hubo un silencio que le permitió a Kioyu ver algo que antes no, y entonces una idea llegó a su mente.
—Si ya tiene todo pensado señor, me atreveré a preguntarle, ¿para qué me necesita?
—Quería pedirte un último favor, Kioyu—dijo el general con un tanto de pena en su voz.
—Lo que usted pida—afirmó el millonario dejándolo continuar.
—Habla con ella—pidió—Sé que parece tarea fácil, pero en realidad no lo es. Se niega a escucharme y evade el tema, se escapa y no logro avanzar… Pero noté que a ti sí te escucha —dijo—, contigo es… diferente, Kioyu.

Los claros ojos miel del muchacho se iluminaron levemente y una sonrisa se esforzó por no por sobrepasar la seriedad reinante en él.
—Creo que hay más chance si eres tú quien habla con ella.
—No tengo problema alguno, señor. Respeto su decisión, y tiene mi apoyo—declaró el millonario originando la sonrisa de Hunson—¿Dónde  puedo encontrarla?

 

 

Yesyca estaba en su cuarto, revisando sus cosas sin razón alguna, digiriendo su almuerzo a la vez que retenía a Erika, quien trataba de hacer que ella desistiera del control del cuerpo, pero no lograba nada.
—Erika basta—dijo en voz alta—No molestes.
—¿Hablas sola? que novedad.

Yesyca se sobresaltó y dio media vuelta de golpe. Era Jeff, claro, ¿quién más podría ser si no él? Estaba junto a la ventana, su entrada acostumbrada, con el mismo buzo blanco de siempre, con la misma expresión psicópata de siempre, con la misma mirada cínica propia de él, con su oscuro cabello igual de largo hasta los hombros, enmarañado y maltratado, nada nuevo.

—¡Yesy, querida amiga!—expresó contento, dejando que su sonrisa deformara su rostro de lado a lado, abriendo los brazos de par en par a la vez que se acercaba a ella—¿Cómo estás? —Preguntó abrazándola con una fuerza que la muchacha desconocía—Seis días sin verte—dijo tomándola de los hombros sin dejar que se soltara aun—¡Uf!, se me hizo un eternidad—expresó con exageración zarandeándola—No sabes lo mucho que te eché de menos, malhumorada.

En esa última frase, Yesyca notó ternura en  su tono de voz y una mirada cálida, la más humana que jamás le había dedicado. Totalmente anonadada, no hizo más que quedarse inmóvil y esperar a que el psicópata se alejara de ella.

—¿Te golpeaste la cabeza o qué?—preguntó al tener su propio espacio mirándolo como si fuese un bicho raro.
—Qué—le respondió él sin dejar de mostrarle su blanca sonrisa, para luego soltar una estruendosa carcajada que ella reprimió con una cara de pocos amigos, lo que faltaba era llamarle la atención a Alicia.
Dark subió corriendo por las escaleras para luego ladrar estruendosamente y lanzarse sobre Jeff, quien acabó en el suelo, bajo los cariños del animal.
Alicia se acercó a las escaleras desde abajo al oír el alboroto.
—¿Todo bien allí arriba señorita Yesyca?—preguntó desde donde estaba levantando el tono de voz para que pudiese escucharla.
—Si, Alicia, no se preocupe—dijo la chica tratando de usar un tono de voz educado, el cual se auto-obligaba a emplear a cada que se dirigía a la señora—Y le he dicho que no me siga "señorita", no es de mi agrado lo formal. Con Yesyca está bien.
—Como usted quiera.

Luego de un momento de silencio que les dio algo de desconfianza, volvieron a hablar en susurro.
—¡Vamos! ¿No me extrañaste?—le preguntó su visita con un tono de voz más agudo— ¿Aunque sea solo un poquito?—expresó su pregunta juntando el dedo índice con el pulgar arrugando los ojos a la vez que afinaba a cada tanto un poco más su voz.
—¡No! —dijo ella exaltada procurando no levantar la voz—No te extrañé.

Jeff se irguió y la miró fríamente, creando un silencio denso que reemplazó el anterior momento de alegría.
—Ya veremos quién te salva la próxima—dijo dándole la espalda.
Yesyca  recordó lo ocurrido hacia seis días; Kioyu no estaba, Erika se aburría y fueron a donde ellos se escondían, Jeff incendió un automóvil, el edificio entero se vio afectado, la niña desaparecida como presa del día, el apartamento de Deimon como punto de reunión,  él con sólo una pierna y media, el buzo que tomó prestado y nunca devolvió, Vincent y sus hombres, el ataque sorpresivo, el disparo en su hombro, Marceline… todo volvió con un cachetada a ella, como si hubiese tenido amnesia.
—¡Ay por favor!—expresó la muchacha dejando caer las palmas de sus manos a la altura de sus caderas disimulando esa sensación que el reproche del chico le había hecho sentir; de un momento para el otro sintió que estaba despreciando una amistad y le daba la impresión de que se veía como una malagradecida.—¿Qué esperas de mi? —preguntó con los brazos cruzados.
Jeff se quedó mirándola con una media sonrisa asomada en la comisura de sus deformes labios.
—Un gracias no estaría de más, Princesa.
Yesyca suspiró.
—Lo siento, ¿sí? Gracias por haberme salvado… supongo que lo necesitaba—musitó en un tono de voz más suave bajando la mirada al piso con un tanto de vergüenza por el hecho de tener que aceptar de que estuvo en una incómoda posición en la cual se vio vulnerable y totalmente expuesta—Ahora sé que ir con ustedes cuando esté aburrida, no es una buena idea—Superpuso Erika haciendo que levantara la cabeza. Jeff rió—Y no vuelvas a llamarme así—le ordenó disgustada—O el próximo que necesitará ser salvado, serás tú.

Una vez hechas las paces, Yesyca indagó el por qué de su visita. El psicópata se sentó en la enorme alfombra de piel en posición de loto mientras ella abrazaba a Dark sobre la cama.
—Estabas muy ausente y vine a buscarte. Pensé que no había sido para tanto pero parecías estar en un estado delicado. Con tu novio merodeando el lugar no pude acercarme. Pasaron los seis días, como me dijo que tenía que ser, y eme aquí—le contó—Estuve por aquí el día cuarto y parecías pájaro enjaulado.

Erika volvió a formar parte de la realidad de su hermana en el momento oportuno para participar de la charla.
—¿Por qué no me ayudaste?
—¿Qué no me escuchas? Dije que tu novio andaba merodeando todo el lugar, te tenia mas vigilada que perro a un hueso, bastante tuve con la noche del primer día, casi le quita el brazo a tu afamado amigovio, Bush y por poco no me come vivo a mi también.
La chica ignoró el estúpido comentario para ahorrar saliva, aun así le interesó saber los detalles de lo ocurrido mientras ella se encontraba en un estado de inconsciencia.
—No vale la pena—dijo Jeff—Nos perdonó la vida, es lo que importa—dijo sonriendo. Luego de mirarla fijamente a{adió con un tono  amenazador:—Cuida tu espalda Yesyca, no es conveniente que te sobreprotejan de la manera en que él lo hace, cuando tengas que protegerte por tu cuenta, no sabrás que te golpeó.
Yesyca lo miró frunciendo el ceño.
—Se cuidarme—se defendió algo molesta.
—A ver si dices eso cuando estés por tu cuenta.

Ella no respondió. ¿Qué se suponía que debía decir? Se quedó en silencio y pensó, “Cuando estés por tu cuenta”.
—¿Salimos?—le sugirió el asesino que estaba sentado en la cama junto a ella—Tu novio no está, no importa si te tomo prestada un rato.
—¿Tomarme prestada?—repitió—¿A caso soy una muñeca?
—Un muy linda—la halagó divertido antes de recibir un golpe en el estómago el cual lo condujo al suelo de manera inmediata y dolorosa—¡Es broma, es broma!—se apresuró a decir antes de recibir otro golpe de su parte. Se incorporó y se acercó a la ventana dando a entender que tenía apuro por irse.
—Si su alteza prefiere quedaros en vuestro palacio a desperdiciar el tiempo—dijo jugando con la forma de pronunciación—, me retiraré.
—¿Por qué hablas como idiota?—le preguntó ella del otro lado de la enorme y bien tendida cama con los brazos cruzados sobre el pecho.
Fue entonces cuando Erika golpeó interiormente a su hermana, quien se tambaleó y cayó boca arriba sobre la cama con los ojos cerrados. Al tomar consciencia, los azules ojos de Jeff la observaban a medio centímetro de distancia.

—Wow, tus ojos cambian de color, ¿lo sabías? Eso está de lujo, ¿cómo lo haces?—preguntó con emoción. Tenía un brillo en los ojos que sería común en los de un niño de seis años con curiosidad.

Erika oscureció los ojos de su hermana y tomó control del cuerpo, sus acciones y pensamientos.
—¡Quítate de encima!—expresó tirándolo al piso—Salgamos de aquí antes de que regrese.
—Está bien, pero antes necesito que traigas algo.

 

 

Marceline no esperaba la llamada que la comprometió a posponer sus planes de esa tarde para  el día siguiente, pero de alguna forma, ambas cosas la alegraron, podría tomarse el respiro que ni ella misma se permitía, y lo vería a él. Aunque no sabía por qué la emocionaba. Tenía sus dudas, pero se negaba, ¿sentir algo por Kioyu? No, eso no. Entonces la voz que solía ignorar se asomó y la hizo recordarlo.
«¿Por qué no? Joven, atractivo, con encanto…»
 Se sacó la idea de la cabeza con una sola cosa  y la de  siempre: no quería otro amor. No quería nada que tuviese relación con sentimientos de ese tipo, el fantasma de Finn aun le susurraba al oído, y no era capaz de ahuyentarlo.
«Deja que el buenmozo de ojazos color miel te ayude a olvidarlo».
Se ruborizo con solo pensarlo y se sintió estúpida, completamente estúpida. Le dirigió una mirada al espejo y se vio a sí misma, colorada sonriendo, con los ojos brillosos, nunca se había aterrorizado tanto por verse a sí misma.
«Concéntrate» se dijo a sí misma con el lado más cuerdo y firme de su pensamiento para desplazar la otra idea.

Raramente vestía de manera informal, llevaba unos jean grises y una blusa roja, el cabello suelto y una chaqueta color crema. Cargó  su arma, un revolver calibre 22, y lo ocultó en la cinturilla de su pantalón del lado trasero, cubriendo a la misma con el largo de la campera.
—Marshall, papá dijo que te necesitaba en las oficinas, quiere hablar contigo—le dijo la muchacha a su hermano quien estaba pegado a la pantalla del ordenador buscando algo que le ayudara a encontrar a su novia. —¿Quieres que te lleve? —le preguntó.
—Sé llegar, Marceline, gracias—le respondió con brusquedad.
Marceline suspiró, no quería pelear con él.

—Hey—dijo posando la mano derecha sobre el hombro de su hermano—Tranquilo, debe estar bien—le dijo tratando de sonar convincente. Nadie podía garantizarle nada, y decir eso equivalía a un intento fallido para el muchacho. Marshall simplemente no le respondió, no dijo nada,  y quedó en silencio.
—La extraño, Marcy—confesó el chico sosteniendo la cabeza entre sus manos—La extraño mucho.

A Marceline la conmovió la forma en que lo dijo, con total sinceridad y pena a la vez; nunca había visto a su hermano dejando todo su orgullo de lado por nadie, ni por nada, nunca.
—Intenta llamar a… ¿Cómo se llamaba esa chica? La morena… Cake, puede que esté con ella—le sugirió con recelo.
A Marshall le brillaron los ojos, se golpeó la frente y sonrió.
—Gracias Marcy—dijo abrazándola con fuerza—Gracias.
Una leve pero fuerte esperanza alumbró la oscuridad que opacaba el rostro del muchacho y le expresó su agradecimiento con algo de afecto. La chica aceptó el abrazo y se lo devolvió, algo que podría resultar raro entre los ellos, pero aquella vez sabían que tenían que estar juntos, no podían separarse, pelear, o dudar del otro, no podían permitirse enfrentarse entre sí, en ese momento más que nunca necesitaban del otro.
Marshall salió a toda velocidad con el uniforme y su patrulla de allí, mientras su hermana trataba de encontrar algo en lo que pensar mientras se dirigía a donde había sido citada por teléfono a una charla. Fue entonces cuando el presentimiento de algo más se le abalanzó y la tomó por sorpresa.  Su padre tenía mucha confianza en Kioyu, le resultaba curioso que él pidiera de hablar con Marshall mientras que el millonario la citaba a ella por lo mismo, quizá demasiado.


—¿Alicia? —llamó la chica desde el umbral de la puerta a la cocina.
—¿Si señorita? ¿Qué necesita? —preguntó cordialmente la anciana secándose las manos en el delantal que llevaba puesto.
—Nada puntualmente—respondió con desinterés—Solo que saldré por un momento.
—¿Saldrá? —repitió la anciana mirándola.
—Sólo será un momento. Me llevaré a Dark. Si Kioyu pregunta por mi le agradecería que le dijera que no pienso… hacer nada. Solo saldré a caminar—dijo intentando sonar convincente—¿Sabe dónde está Diaval? —preguntó repentinamente.
—¿Disculpe?
—Diaval, el cuervo.
—Ah, sí, Kioyu me pidió de enjaularlo.
—¿Cómo? —repitió la chica algo molesta.
—Está en una jaula, en el cuarto aislado.

El corazón de Yesyca dejó de latir por un momento al oír la frase de «cuarto aislado»; a pesar de que era Erika quien controlaba el cuerpo, el subconsciente de Yesyca no tuvo buena reacción.
—¿El cuarto está abierto? —preguntó tratando de lucir tranquila.
—Seguramente, lo dejé sin llave.

Le agradeció y subió las escaleras una vez más. Se acercó a la puerta de manera mecánica y sin miedo, pero al entrar, lo que vio la impresionó bastante. Nada de lo que habían visto la noche anterior estaba allí. El cuarto estaba limpio, y totalmente vacío. El piso encerado, las cerámicas relucientes, el vidrio de la compacta ventana impecable, las paredes de un blanco inmaculado, no había ni una gota de sangre, pero el olor seguía allí, Erika lo percibía aun sobre la fragancia a lavanda que gobernaba el aire. Donde anteriormente colgaba la rubia, estaba Diaval enjaulado. El animal chilló al verla.
—Te sacaré de aquí—dijo haciendo un esfuerzo por llegar hasta donde estaba la jaula.
Al lograrlo, abrió el techo de la misma y el pájaro voló hasta su hombro.
Lo acarició, sonrió, miró con recelo a su alrededor y salió de aquella habitación; ella no soportaba estar en ese sitio particularmente, algo la incomodaba siempre estando tan cerca del encierro.

—Veo que pudo encontrarlo—le dijo Alicia al verla bajar con el animal a cuestas.
—Si, no fue difícil—dijo con algo de arrogancia—Alicia, ¿usted sabe…?—por un segundo dudó un segundo en si hacer la pregunta o no. La anciana la miraba con sus oscuros ojos esperando escuchar la duda que la chica tenía en la punta de la lengua—Usted limpió el cuarto, ¿no es así?—preguntó con los ojos entornados.
—A orden del señor, sí—respondió la mujer con naturalidad.
—¿Y qué hizo con todo lo que había dentro?—preguntó acariciando al pájaro que estaba ahora aferrado mansamente a su muñeca izquierda.
—Simplemente lo quité—dijo como si fuera cosa de todos los días. —Kioyu se encargó de lo que aun servía. Lo demás eran solo desperdicios—dijo sonriéndole amablemente.
Erika sonrió satisfecha. La impresionaba la actitud de la mujer, y le agradaba.
—Puede que tenga sus manías—dijo la anciana caminando hacia la cocina una vez más—, pero es un gran hombre, señorita— volteó a medias y le sonrió con sinceridad—Puede tenerlo por seguro—añadió mirándola con ternura, y a la vez melancolía.
Erika se esforzó por devolverle una sonrisa inventada.
—Lo sé—dijo—Volveré dentro de poco—avisó antes de salir por la puerta principal acompañada de sus dos fieles mascotas y mirar fugazmente a quien no le quitó la mirada de encima hasta abandonar por completo el lugar.

 

—¿De dónde sacaste esta cosa? —preguntó Erika a través de la voz de su hermana al ver semejante vehículo frente a ella.
—Me lo han prestado—dijo Jeff sonriendo—¿No vienes?—preguntó al ver que se quedó mirando el auto.
—Prestado, ¿eh? —repitió—Dime, ¿Qué persona que esté bajo cordura mental le prestaría a alguien como tú un Ford Mustang? No tiene sentido.
—Sabes de autos, que detalle—comentó sonriendo—Súbete ya, ¿quieres?

Ella sonrió divertida.
—Luego regresas, eh—dijo la muchacha dirigiéndose al pájaro que estaba en su muñeca.
La chica dejó en libertad al cuervo que se alejó volando en poco tiempo. Tomó la manilla de la puerta del auto, un Mustang rojo, “prestado” de su amigo, y le indicó a Dark subir. El animal  se introdujo de un salto al auto y pasó a sentarse detrás, gracias al empujón que Jeff le proporcionó para luego recibir un gruñido intimidante. Luego ella tomó asiento del lado del copiloto y miró atentamente el auto con detalle. Los asientos estaban cubiertos por una funda color gris y el resto del interior del coche era completamente negro excepto por algunos detalles marcados en blanco y rojo. Un perfume de ambiente la sobrevino por encima y eso hizo reaccionar a Yesyca.

—¿Ahora qué? ¡Erika!, ¿otra vez? —expresó en un grito con disgusto.
—¿Y me dices loco a mi? —dijo Jeff mirándola con curiosidad.
Yesyca se quedó boquiabierta por un momento sin saber que decirle.
—Erika es el nombre por el cual pediste que te llamáramos el día que nos conocimos, lo recuerdo bien, ¿Por qué hablas sola y te diriges a alguien usando ese nombre? —le preguntó con un tono de voz deductivo.
—Te pediré un favor—le dijo—Ignórame cuando haga eso—pidió—A mí, y a Erika. ¿Puedes?
—Nop—respondió sonriéndole—¿Trajiste tu portátil?

Erika se hizo cargo de eso, tomó su mochila y la revisó.
—Si la traigo—le afirmó de manera seca—Dime para qué la quieres—le ordenó Yesyca de manera abrupta dejando de lado a su hermana—Y de dónde sacaste a esta bestia. Sabes que no podremos pasar cerca de ninguna patrulla sin que revisen la patente y nos persigan. Los dueños de esta cosa ya deben haber hecho la denuncia de robo, estamos hablando de un auto de más de cinco mil dólares, The Killer.

El asesino la miró atónito.
—¡Relájate, Bauer! Ya se te nota que el millonario influye bastante en ti, ¿Qué pasó con la chica que sólo buscaba divertirse y le gustaba correr riesgos?—preguntó el muchacho—Lo que falta es que te pongas el cinturón de seguridad y estamos completos.

Erika rió por ella, haciendo de esa una escena bipolar.
Admite que tiene razón, ¿Qué pasó contigo, Yesy? —le preguntó su hermana interiormente.
Tú hazme el favor y cállate—le ordenó con poco humor.
Yesyca dejó escapar un suspiro entrecortado por su sonrisa y miró a quien estaba a su lado.
—De acuerdo, vamos.
—De eso hablaba.

 

 

Marceline no justificación alguna para sus nervios. Kioyu solo quería hablar con ella, y seguramente quien lo había enviando para ese trabajo era su padre, sabiendo muy bien porqué y reconociendo la estrategia de juego.
Estaba sentada en una de las tantas mesas de aquel café en el cual no habían muchas personas, para su suerte. Fue entonces cuando vio el auto de quien esperaba estacionar enfrente. Sintió algo parecido a la ansiedad cuando lo vio acercarse, cruzar la puerta, tomar asiento, saludarla. Esa sensación y demás se fueron apagando con la charla. Ambos pidieron un café, ambos lo dejaron enfriarse en la taza, con suerte le habían dado uno o dos sorbos. De apoco, Marceline no tuvo más emoción por seguir estando en la compañía de él y deseaba irse, acabar con la charla, y volver a sus cosas.
—No entiendo por qué  te obsesionas tanto con ella—dijo Kioyu cuando Marceline le había dejado claro que no iría a ningún lado.
—No entiendo por qué procuras tanto entorpecerme para que no llegue a donde está ella—contraatacó la muchacha poniéndose de pie—¿No entiendes que quien eligió estar aquí fui yo? Nadie me obligó a nada. Mi trabajo conlleva responsabilidad y mi puesto un deber—se inclinó sobre él mirándolo fijamente a los ojos. A Kioyu no le molestó la cercanía de la muchacha, si no la actitud con la que le habló—Dar seguridad es uno de ellos, proporcionar justicia es otro. Con ella en libertad, no hay ni justicia, ni seguridad.

El millonario notó como los ojos de la chica un brillo intenso, un enojo vivo, y determinación en su forma de decir que la quería atrapar.
 —¿Quieres  ayudarme?—preguntó alejándose un poco del muchacho—¿O te quedas del lado de ella?
—Bien—asintió él secamente.
Marceline quedó algo atontada.
—¿M-me ayudaras?—preguntó sorprendida.
—No. —dijo sacándola de su burbuja—Solo no me interpondré mas entre ustedes dos—declaró—Dejaré de “entorpecerte”. —La miró fijamente, detalle que le inspiró miedo a la chica—Que gane la mejor—dijo antes de ponerse de pie él también.
¿
«Qué gane la mejor»? ¿Qué quería decir eso?
—Señorita Abadeer—dijo haciendo una leve inclinación como saludo antes de apartarse de la mesa.
—Señor Edgewood—respondió ella de la misma manera.
—Espero volver a verla pronto—declaró dejando un poco de dinero debajo del plato del café a medio consumir para luego marcharse sin dejarla responder.
Marceline había quedado algo shokeada, no sabía que reacción tener a eso. Se alejó de la mesa y se dirigió al baño de damas, se lavó las manos, y se miró al espejo.
—Que gane la mejor…—repitió en vos baja y luego sonrió.

 

 

Del amor al odio hay un solo paso, Deimon lo había experimentado con Yesyca, y le sorprendía que, después de todo, ella pudiese hablarle con la misma sonrisa inocente con la que lo había engañado durante quien sabe cuánto tiempo. Por su parte, él se negaba a hablarle.
Estaban en la casa de Deimon, aquellas paredes que retrataban su horrenda infancia, los malos recuerdos y todo lo que lo había impulsado a ser el asesino sin corazón que era, había sido su única alternativa como refugio, el único techo que conseguirían sin hacer sospechar a nadie de nada. La sensación de vacío que había sentido al cruzar de nuevo aquella puerta no tendría comparación con nada a lo que hubiese sentido antes.
Yesyca recordaba el lugar a la perfección a pesar de haber estado allí solo dos veces. El lugar estaba oscuro, las ventanas entabladas hacía mucho tiempo, los nuevos dueños nunca usaron la propiedad, el chico no entendió porque habían comprado algo si luego ni siquiera lo usarían para cuando estuviesen de vacaciones. Había olor a humedad, moho en las paredes, la madera del piso rechinaba, la luz la había conseguido el chico jugando con los cables, la televisión era un modelo viejo y olvidado que  funcionaba a la perfección, los muebles estaban cubiertos de polvo, y las camas no eran exactamente camas.
—Hey, cabeza hueca—dijo Erika pegándole en hombro—No te pido tu amistad, perdón o algo así—dijo bruscamente enfrentándose a él—Estamos en el mismo equipo, pierde uno, perdemos todos—explicó generalizando sin bajar la mirada.
—¿Ah sí? Tu novio casi me mata—le respondió casi gritando sobre su rostro, mas dolido que enojado—¿Mismo equipo? Por favor—rió sin ganas—, ganaras con los ojos cerrados estando con ese—dijo en un tono frío—La próxima te las arreglas sola—espetó.
A Yesyca le incomodó la forma en la que se había dirigido a ella. No era Deimon, no era quien había estado a su lado en sus momentos más difíciles, era quien en verdad era, o solo una cara de él que desconocía y le sorprendía, eso la entristeció a medias, de no ser por Erika, podría haber sido más débil en ese momento.
—Chicos, ¡chicos! —dijo Jeff separándolos un poco—No los junté para que reconciliaran, o se pelearan más. Necesitamos de tu inteligencia, querido Bush.
—¿Y para qué está ella aquí entonces?—preguntó dándoles las espalda.
Jeff tomó la capucha del buzo del muchacho e hizo que diera la vuelta una vez más.
—Es de ella la computadora.
—Lo dices como si fuera un molestia—dijo Yesyca cruzándose de brazos dirigiéndose a quien la miraba con cara de pocos amigos—Me dices y me voy.
—Allí está la puerta—señaló—Puedes irte en este mismo momento— añadió dedicándole una falsa sonrisa.
—¡Con gusto!—expresó ella contenta, sonriendo ampliamente para luego levantar su mochila del piso, colgarla en su hombro y dar media vuelta.
—Son de lo que no hay—dijo Jeff entre risas—Que infantiles se ven haciendo esta escena— Tomó aire, arrastró a Yesyca una vez más consigo, y los obligó a ambos a colaborar.
Yesyca le había comentado que tenía acceso a los archivos de las computadoras de las oficinas, por ende tenía acceso a las carpetas que archivaban información que podía incriminarlos, y otra que podía ayudarlos a muchas cosas, según el psicópata.
—Iré a buscar algo de comer, ustedes quédense aquí y no causen problemas—dijo antes de cruzar la puerta una vez más.
La chica se preguntó cómo era que un asesino serial podía salir a hacer las compras como si fuera la cosa más natural del mundo.                                                                                                                               

—Necesitamos tener acceso a la red, y no hay internet aquí—dijo escépticamente al escuchar la idea de Deimon.
—Mis vecinos tienen wi-fi—dijo encendiendo la portátil y sentándose en el sofá de la sala—Solo hay que deshabilitar la contraseña y tendremos señal.
—Claro, lo más fácil del mundo, deshabilitar las contraseñas de las redes inalámbricas de las personas que viven junto a ti.
Deimon ignoró el sarcasmo de su amiga.
—Pues, no es difícil. No para mí—respondió sin siquiera mirarla.
Dark se sentó entre uno y otro y Yesyca lo rodeó con el brazo. La chica tecleó su contraseña cuando el aparato se la solicitó y la computadora quedó a disponibilidad del muchacho.
—¿Cómo hackeaste todo tú sola? —preguntó si algo sorprendido por el hecho a la vez que  intentaba acceder a las cámaras de las oficinas.
—Tú me enseñaste—le respondió tímidamente—¿Qué no lo recuerdas?
—Recuerdo haberte enseñado que no debes hacerlo mientras la seguridad sea baja y la accesibilidad obvia. Hackeaste su sistema y ellos re-hackearon el tuyo—Deimon le sonrió—Si tuvieses algo importante aquí dentro, estarías perdida.
—Solo haz lo que tengas que hacer—dijo molesta.
—No es fácil hackear algo que esta re-hackeado.
—Pues, no es difícil —dijo sonriéndole—No para ti.

 

Jeff regresó con tres latas de gaseosa y dos paquetes de papas fritas. Los tres se pasaron la tarde debatiendo que se suponían debían hacer estando limitados de cierta manera.   Eran las cuatro de la tarde. Yesyca empezó a sentir más pesada la presencia de su hermana y no tenía fuerzas para soportarla.

—Debería irme.
—¿Ya? Es temprano—dijo Jeff inclinándose sobre Deimon para ver la hora en la pantalla.
—No importa, no creo que me convenga tardar más. Dije que saldría a caminar, eso fue hace ya tres horas.
Deimon rió para si mismo.
—No he terminado—dijo sin apartar sus ojos de la pantalla de la maquina—No puedes llevártela. ¿Qué tal si me la dejas?
Yesyca accedió. No tenía nada allí que le fuera de utilidad, música y algunas fotografías, apenas si usaba el aparato.
—Me ofrecería a llevarte, pero no tengo ganas— Dijo Jeff mostrándose muy cómodo como estaba, acostado a lo largo del sucio y empolvado sofá del lugar.
—Caminaré, como si me hiciese falta que me llevaras—dijo ella dándole la espalda.
—Yesyca—dijo Deimon antes que se fuera—Necesito que mañana también traigas tu celular. Me será útil.
—¿Y por qué el mío?
—El mío quedó en las oficinas de la fiscalía y Jeff no tiene uno. No lo olvides o todo esto no servirá de nada.
Yesyca se fue sin decir palabra, ocultó bajo su cabello su rostro y discutió con Erika lo que ambos muchachos querían hacer al día siguiente.
Kioyu también te ofreció irte de aquí—le dijo el ente en su mente—Y más que una oferta fue una orden. Vayamos con ellos, dejemos este lugar, será mas fácil, apenas comienza tu vida, no te conviene seguir poniendo las manos al fuego, Abadeer no se va a rendir.
Yo tampoco.
No entiendo cual es el problema si sabes que tú ganaste.
¿Acaso algo de lo que dijeron esos dos locos te suena real? Eliminar los expedientes, cambiar de identidad, falsificar identificaciones, salir del país, iniciar de cero. Eso solo es exitoso estando en una película, un paso en falso y caemos los cuatro.

 

 Era tarde, el sol ya se había ocultado y el oficial estaba cansado. Aquel día había trabajado sin fin en la búsqueda de su novia pero nada le ayudaba, Cake no fue de utilidad, ya que ella tampoco tenía idea del paradero de su amiga, y saber que la estaban buscando solo la preocupó. 

La ciudad desolada y fría no le hacía bien, los primeros síntomas de un resfriado se habían empezado a manifestar. Marshall no había parado de toser mientras revisaba cada callejón, rogando no encontrar el cadáver de su amada tirado por algún lugar como un desperdicio. La búsqueda concluyó en la nada, no había rastros y nadie sabía de ella a ciencia cierta, en resumen había perdido su tiempo y Fionna había abandonado la faz de la tierra en el proceso.

Marshall hombre, ¿Qué haces tan tarde por estos lugares?—escuchó a sus espaldas.
La voz resultó familiar, le incomodó en cierta manera, la sensación de tener a alguien detrás de sí le resultaba desagradable por lo cual giró inmediatamente apuntando su arma. El sudor frio recorría sus manos haciendo que un disparo accidental fuese diez veces más probable, y su visión nublada a causa del llanto lo hacían aun más peligroso. Kioyu no presentó movimientos, simplemente se quedó expectante, disfrutando del dolor de su oyente como si estuviera viendo cómodamente una película.
El frio no me agrada, y tampoco las armas apuntando a mi rostrodecretó con un tono de voz más frío que el mismo clima y una mirada penetrante que solo apuntaba al alma de aquel ser.

 Marshall recuperó la compostura al instante y enfundó su arma tratando de evitar el hecho con la mayor velocidad posible, pero fue detenido cuando estaba justo al lado de Kioyu.
Te ves débil, hambriento y conmocionado—observó—No vales para estar en la calle, hasta un vulgar ladrón barrería el piso contigo.
 Las palabras terminaron de quebrar el poco orgullo que Marshall conservaba pero no dejó que eso pudiese notarse.
Puedo darte una cena, para que recuperes fuerzas—ofreció de un momento a otro.
La oferta no fue rechazada ni respondida, el silencio continuó reinando hasta que Abadeer decidió acatar el ofrecimiento, simplemente no podía dejarse morir.

Al llegar a la mansión, Yesyca fue advertida por el sonido del portón.
Había llegado hacia ya un par de horas y luego de un tarde un tanto aburrida y una cena temprana, estaba esperando que Kioyu terminara con “sus cosas”, soportando la compañía de Erika y pensando más de una cosa a la vez.
¿Cómo piensas decirle a tu novio que te quieres ir a Canadá? —preguntó Erika a su hermana desde el espejo.
¡Que no pienso ir a ningún lado y menos a Canadá! cállate la boca y déjame escuchar. Está con alguien.
Prestó atención a quienes ingresaban a la propiedad, pero no abandonó su cuarto debido a una segunda voz que reconoció de inmediato. No tenía ganas para gastar su tiempo y fuerzas en escapar de otro Abadeer, aunque si hubiera sido Marceline no habría tardado en saltarle a la yugular como un león defendiendo su territorio.
En el comedor una tentadora cena estaba preparada, la oscuridad era iluminada por un candelabro que le daba la   atmósfera siniestra al lugar, los manteles rojos parecían un lago de sangre fluyendo en la madera y los cuadros dispuestos en el salón intimidarían a cualquiera que decidiera admirarlos. Marshall tomó asiento haciendo un leve comentario al respecto de la estética del lugar.
Si traes a mi hermana, seguramente no te cueste mucho trabajo.
Kioyu simplemente sonrió, antes de responder con un simple “Gracias”.
Ambos hombres degustaron el primer plato sin hablar, para Kioyu su invitado se había reducido a una simple rata, tratando de engullir sin pensar; era más que obvia su desesperación. El millonario en cambio se dedicó a comer tartas y ensaladas de verduras, hecho que le sorprendió a Yesyca quien observaba desde el palco superior oculta en la oscuridad.
¿Ahora es vegetariano? preguntó mentalmente; sin embargo la muchacha la cayó con un fuerte golpe en su propio estomago, algo innecesario pero típico entre ellas.
No. Mira su rostro, simplemente está esperando el plato principal una sonrisa diabólica se dibujo en la chica. Aun así fue Yesyca quien tenía motivos para sonreír, ya que quien disfrutaría del postre sería ella, y no su hermana.
Marshall miró hacia el palco intentando vislumbrar algo detrás de las penumbras. El millonario captó el hecho, y observó en la dirección, logrando divisar el cabello de Yesyca como un leve reflejo, ella había escapado apenas sus ojos se cruzaron.
¿Ocurre algo?preguntó con total despreocupación en su tono de voz; a simple vista no ocultaba nada y no era sospechoso ni siquiera cuando en dos simples pasos Yesyca podría correr peligro de ser vista.
Me pareció ver algo, en la planta de arribarespondió seriamente Marshall, quien había finalizado cuatro platos en cuestión de minutos.
Puede ser mi perro. Le gusta pasearse por la casa, aunque luego Alicia deba limpiar todos sus desastresrespondió el millonario con naturalidad, esperando con ansias que Marshall decidiera descubrir el plato central sobre la mesa.
La carne fue deliciosa, ¿Como la preparaste?halagó el oficial despertando una sombría mirada en su anfitrión.
Si te lo digo, no volverías a comer en mi mansión.
Las palabras intrigaron lo suficiente para que Marshall descubriera el horror que se ocultaba en el último plato dorado.
El asco lo invadió de repente al contemplar la imagen. Instintivamente el oficial saltó de la mesa, tirando la silla hacia atrás, cubriendo su boca para evitar las nauseas. Kioyu se incorporó aplaudiendo lentamente; eso mismo captó la atención de Erika, quien obligó a su hermana a volver a asomarse, sólo para contemplar lo que ocurría. Sobre la mesa se encontraba el rostro de Fionna, cocinado pero aún reconocible. Marshall solo se debatía entre insultos y acciones que no encontraban sentido alguno en su dolor.
Ciertamente Fionna debió estar deliciosa—comentó Kioyu con un tono de voz calmo—, lástima que no dejaste ni un bocado expresó con una sonrisa mientras nuevamente era apuntado por  las trémulas manos de Marshall que sostenían su arma.
—Maldito bastardo, ¿Que planeas con mi hermana?—preguntó temblando.
La amenaza no pareció surtir efecto ya que Kioyu le dio la espalda observando los cuadros en las paredes mientras tranquilamente se paseaba por el comedor.
Tu hermana huele bien, es atractiva y confieso que mis labios la deseancomenzó Kioyu despertando los celos de Yesyca casi al instante. Sera un buen manjar—sonrió.
La última frase pareció calmar aquellos celos, simplemente seria otro aperitivo en la vida del millonario, suficiente para ella.
¡Maldito monstruo!gritó efusivamente el oficial quitando el seguro de su arma, siendo interrumpido por la tenue voz de su anfitrión.
¿Monstruo? —repitió— Yo nunca toque un plato de carne, nunca llevé a mi boca las entrañas de tu novia, nunca tuve intención de comerla. En cambio tú fuiste un parasito, te alimentaste de ella sin dudar, la devoraste sin dejar sobras.
Las acusaciones eran validas pero Marshall arremetió con una respuesta.
Me embriagaste—espetó—Tú tomaste solo agua mientras yo tuve que conformarme con vino tinto. Todo esto fue inducido por el alcohol.
Las palabras despertaron una leve carcajada de quien negó con la cabeza.
¿Vino? No, no. Debe ser la primera vez que tomas sangre... —respondió el joven dirigiéndole una mirada tan oscura como su alma.
 Los ojos de Marshall casi saltaron de sus orbitas al escuchar la última palabra. Poco a poco su arma fue cambiando de dirección hacia su boca. No se merecía vivir después de aquello, su filosofía era matar a quienes fueran impuros, y ahora él había cometido el atroz acto de comer la carne de su novia, había dañado todo su recuerdo, se había convertido en un monstruo.
El silencio se quebró tras el sonido del disparo. El cuerpo de Marshall cayó inerte a suelo, los ojos del muchacho quedaron abiertos y perdieron el brillo antes de cerrarse para nunca mas volver a abrirse, hecho cual fue inevitable; luego de eso, el silencio volvió a reinar la oscura mansión.

Felicidades Kioyu, un peón menos en el tablero expresó la voz apagada de Jeff saliendo de las sombras. —Pero el juego no termina—se adelantó a decir.
—¿Tú crees? —preguntó desafiándolo a contradecirlo.
—La chica sigue viva…—susurró con una sonrisa psicópata pegada a su rostro—
¿No crees que sufrirá mucho al saber esto? Ahorremos las lagrimas.
Haz lo que quieras con el cuerpo, no me interesa. Pero que te quede claro, no toques a la chica—le ordenó amenazándolo con la mirada—Ahora, tengo asuntos que resolverdijo en forma de despedida mientras que Jeff observaba a su alrededor, perdido en la belleza de la escena.
Asuntos, ¿eh? —Repitió el chico mirándolo con complicidad—¿Involucran una cama y una chica?preguntó el asesino tomando el cuerpo de Marshall con suma facilidad sin temer manchar su ropa con la sangre mientras el cadáver reposaba en el hombro izquierdo.
No te metas en mis asuntos Jeff, tienes lo que necesitas para divertirte, ahora largo de mi casa—ordenó fríamente.
La actitud de Kioyu no dio lugar a respuestas, y tan velozmente como había aparecido Jeff desapareció entre las penumbras.

El millonario subió las escaleras encontrándose en la oscuridad con Yesyca. Quien con mucho esfuerzo retuvo a Erika antes de que la hiciera bajar las escaleras corriendo al sentir el deseo latente de probar un poco de la “comida”.
No creas que ganastedijo con una sonrisa no muy motivada en sus labios—Ya te lo dijo Jeff, ella sigue viva.
—Ella no será problema, se irá a Londres con el padre.
—¿Y porque darle ese lujo? Mientras esté aquí, y siga con vida, el juego no termina…
—No hagas una locura—murmuró sin apartar sus ojos de los de ella.
—Uhm—dudó—Tendré que pensarlo.

 —Y a mi propuesta, ¿ya has pensado en ello?preguntó acercándola más a él al tomarla de la cintura.
—No tengo que pensar eso—respondió con una sonrisa a solo centímetros de su  boca, distancia cual fue extinguida por  el beso que era ansiado por ambos. El mismo no se cortó en ningún momento del trayecto a la habitación, la puerta se cerró por acción de Yesyca, y orden de Kioyu.
—¿Segura? —preguntó en un susurro el millonario.
—Segura…—respondió ella con el corazón acelerado por la falta de aire.
Kioyu sonrió en la oscuridad.
—Golosa.


OOOO-kaaay. No sabía que escribir en la escena final, enserio, creo que reescribí eso diez, once veces. Antes que digan nada, quien no es goloso hablando de pizza? En mi casa una caja de pizza no dura mas de diez minutos:v okno, no hablamos de eso xD pero se entiende, y no, no voy a escribir escenas cochinas. No se me da, no veo a ninguno de todos mis personajes haciendo nada. Menos a Yesyca. Menos después de haber leído el boom social Cincuenta sombras de Grey xD El que quiera, imaginese algo, el que no, mejor. 

Holis~ como tan? Yo bien, feliz, abrumada y con hambre:3 no de pizza, de chocolate. –Quetienequever- A diferencia de otros, este si es un capitulo que sirve:’D bastante a decir verdad y es largo. Bastante. Tengo que agradecerle a :iconkioyu32: por  haber escrito todo lo que conlleva la muerte de Marshall. Si, damas y caballeros, los personajes de este fanfiction corren peligro de extinción, todos. Okno, todos no. 
Aclaraciones(?: Nadie se va a Canadá. Ni sé bien porque escribí eso, es cosa del momento. 
Nadie se va a Londres, no hasta que yo lo diga.
El juego no termina, no hasta que yo quiera. 
La cosa da para rato, porque no tengo nada mejor que hacer con mi vida. 

Apararte de todo eso, quiero saber: ¿hasta que capitulo creen que esto dure/llegue? Pasamos los 50? Tocamos los 60? O muere en el 49?  Hagan sus apuestas! (?) En fin... este capitulo tiene un poco de todo, espero que les guste. Si no pos... cuak.
Gracias por todo, se los quiere<3 Suerte!
Bye
Pelu~
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Comments4
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phinabella-power's avatar
Marshall se comió a Fionna y luego se suicidó??? definitivamente era una mala idea empezar a leer la historia desde este capitulo.
Si habia leído otros antes pero hace tiempo que lo dejé y ya no me acuerdo de nada -.-
Bueno, que remedio, a leerlo desde el principio, me gusta, que puedo decir

Cahuuu ^.^