Relato De Sangre Y Miedo 39.

Capitulo N°39-  “Personalidad” 

Lo último que Yesyca recordaba era haber chocado nuevamente con su hermana en el espejo antes de desplomarse en la cama totalmente rendida de sueño, algo de estrés y una repentina conmoción idiota ocasionada por diferentes factores.

A la mañana siguiente fue Erika quien despertó por su hermana, no exactamente instintivamente, más bien por una molesta luz situada justamente frente a su ojo. Volvió a sentir el peso del parpado y pestañeó repetidas veces. El calor invadió su cuerpo seguido del ardor y el cansancio. La pesadez le era mucha y sentía como si un camión la hubiese pasado por encima. Erika no solía sentirse así, el físico de su hermana solía limitarla, no afectarla, en este caso se sentía como si el cuerpo fuera suyo, y le era demasiado extraño que Yesyca hubiese dormido tan profundo como para hacerla sentir la pesadumbre de ello.
Escuchó dos o tres voces presentes pero la luz la obligaba a entrecerrar los ojos sin darle el lujo de ver quienes eran los que, aparentemente, la rodeaban.

—Supongo que es todo—escuchó decir a un hombre.
—Confío en que no tendré de que preocuparme.

Identificó instantáneamente la voz del joven millonario y pudo notar que estaba cerca de ella, aun sin poder verlo.

—No, no es muy grave, puede ser normal en su edad y es probable que el episodio se repita.

Yesyca despertó y naturalmente soportó el golpe que la luz le dio al abrir los ojos del todo. 
Vio a Kioyu unos metros alejado de su cama vestido con un pantalón elegante y una camisa azul marino. Alicia estaba parada junto a la puerta y un hombre con bata blanca la enfrentaba, quedando así de espaldas de ella. 

—Esta “dieta” es poco común, pero sera útil—dijo el hombre extendiendo un papel a quien se encontraba junto a él. Kioyu negó levantando la mano derecha ante lo mismo.
—Alicia se hará responsable— dijo.
La mujer tomó el papel por su patrón y lo leyó.

Yesyca intentó incorporarse en la cama, Kioyu lo notó y le indicó que se quedara allí con un movimiento de su mano derecha sin moverse de donde estaba. La muchacha, casi inmóvil, no tenía fuerzas como para desobedecerlo y se quedó como estaba, mirando el techo, tratando de entender el breve dialogo.

—Le traeré los resultados en cuanto el laboratorio me los entregue-dijo el hombre-Si algo pasa mientras tanto, no dude en llamarme—dijo el señor desconocido para su persona.
—Gracias—respondió Kioyu para luego despedirse de él con un leve apretón de manos—Acompáñelo—le dio como orden a Alicia quien obedeció.

La mujer asintió y le indicó al hombre seguirla escaleras abajo. Erika pudo verlo por el espejo que se encontraba del otro lado de la habitación. El hombre era alto y de edad, tenia el pelo descolorido y la piel arrugada. Unos anteojos colgaban de su cuello y un maletín se sostenía de su mano izquierda. Una ves que estuvo fuera de la habitación, Yesyca reconoció que no era la de Kioyu y se preguntó como era que había llegado allí. No lo recordaba, y logró sentarse para poder sostener la mirada con quien estada ahora frente a ella.

—¿Quien era ese hombre?, ¿Pasó algo?—preguntó su hermana sobre ella sin siquiera saludarlo.
Se frotó los ojos y bostezó antes de notar que Kioyu estaba sentado junto a ella.
—¿Que si paso algo?—repitió.
Yesyca asintió con notable somnolencia y una mirada cansada. Kioyu señaló al reloj que se encontraba colgado en la pared. Ella se llevó una sorpresa al ver que eran las cinco y media de la tarde, pero Erika le restó importancia.
—Prácticamente dormiste todo el día—dijo con serenidad—, y como parecías un cadáver, llamé al doctor.
Al parecer esa era la forma más linda que tenía de decirle que se preocupó por ella.

Kioyu le explicó la razón por la cual se alarmó. Estaba pálida, no tenia ni una sola gota de color, ni temperatura, si no se prestaba suficiente atención no se sentía el pulso, y sin embargo seguía respirando. Tocando la hora y media pasada de las cinco, decidió llamar a un viejo amigo de la familia Edgewood quien no tendría molestia en atender a la cara mas vista en la ciudad de Nueva York con el nombre mas conocido en Manhattan. El hombre verdaderamente se sorprendió al ver a la chica. Sin chiste parecía no tener vida, pero el estomago se ensanchaba cada que respiraba. Hizo un control rutinario y básico antes de sacarle sangre. Con años de experiencia e intuición pudo deducir que tenía hipoglucemia. Hay personas que sufren de lo mismo sin llegar a tener una diabetes, lo que se conoce como hipoglucemia reactiva. Este síndrome se da en adultos jóvenes, más frecuente en mujeres. Por lo general comienza como consecuencia de un desequilibrio emocional, asociado a estrés y ansiedad. Yesyca estaba en medio de un desequilibrio emocional bastante grande y aparentemente su cuerpo le paso factura; a pesar de que Gololandia habia sido saqueada por la chica, el azúcar de aquellos dulces no le fue suficiente. Las defensas de la adolescente estaban bajas y como consecuencia ella débil.

-¿Enserio no recuerdas nada de anoche?-le preguntó desconfiando de ella.
Erika si recordaba, Yesyca no. La chica negó con la cabeza ignorando a su hermana.
—Supongo que abusaste de mí—dijo Erika molestando a su hermana al mismo tiempo que logro despertar una sonrisa por quien tenía enfrente; no obstante le insistió en que le contara lo que recordaba.
—¿Dormí?—preguntó.
—Dormiste—repitió—Seguramente fue tu sonambulismo el que te obligó a ponerte esto—dijo levantándose para tomar la capa y mostrársela—, y esto—dijo tomando el par de botas que tenia junto a él—, luego bajaste y nada más ni nada menos saliste a pasear a Dark, a pesar de ser altas horas de la noche—finalizó.
A Erika pareció molestarle el hecho de que la vigilara tanto, y no lo ocultó, delatándose, siendo consciente de lo mismo.

—¿Me seguiste?—preguntó enojada haciendo que su hermana cambiara su expresión. Kioyu volvió a sentarse junto a ella.
—No lo negaste—fulminó el muchacho haciendo que su sonrisa se agrandara—Si quieres que te tome enserio, debes decirme la verdad—dijo tomando seriedad sobre el asunto.
Él parecía amenazarla con la mirada y Yesyca entendió que no era broma.
—¿La verdad?, ¿Cuál?—preguntó alejando a su hermana de la conversación para que no interrumpiera. 
—¿Recuerdas a Erika?, me gustaría profundizar más el tema.

La seriedad que empleó para decir eso la incomodó, lo suficiente como para pasarlo a enojo.
Yesyca resopló molesta. Era un tema que no le gustaba hablar, nunca lo había hecho, pero no podía pasarlo por alto, su hermana influía demasiado en ella y era notable cuando el  “cambio de personalidad” se hacía presente. Además tenía que tener en cuenta que él tenía un distinto punto de vista del asunto y debía ser cuidadosa con lo que fuera a decir.

—¿Que pasa con ella?—preguntó con enfado.
—Deberías decidir quien sera la que tenga el control absoluto de las cosas.
—Es algo más complejo de lo que crees—respondió en defensa.
Kioyu se acercó a ella y acarició suavemente su mejilla. Aquella palidez con el oscuro de su cabello hacían un contraste perfecto que lo tentó a saborear un poco de sus labios que se encontraban en un tono mucho más vivo, acompañado con el intenso brillo de sus ojos hacia que el deseo acreciera en su interior.

—Pues tienes que elegir—dijo en susurro a centímetros de su boca.
—¿Tú a quien prefieres?—preguntó jugando con la pronunciación.
—A ti... 

Aquel momento perfecto para un beso fue interrumpido por el odioso invento llamado celular.
La odiosa musiquita desprendida del aparato logró ganarse el odio de la chica. Kioyu tomó distancia de ella para responder a la llamada entrante: Marceline.
La chica estaba algo estresada y agobiada, daba vueltas si saber que hacer y sólo se le ocurrió llamarlo a él. Lo menos que el millonario podía hacer era atender.

—¿Diga?— respondió cambiando por completo su actitud al hacerlo. Hubo un breve momento de silencio—¿Marcy?, cálmate porque no entiendo nada—dijo antes de ponerse de pie y alejarse de la cama.
Yesyca susurró el apodo pronunciado. El silencio se volvió tenso y Erika lo utilizó para provocar a su hermana.

—¿Qué te pasa?—dijo—No me lo prestas a mí, pero ella interrumpe tu “mágico” momento, mientras que él parece olvidarte por completo para atenderla a ella.

Yesyca levantó la mirada. Kioyu fue a la otra punta de la habitación para seguir con su charla la cual hasta el momento consistía en solamente escuchar.  
Erika logró cumplir su objetivo al despertar los celos de su hermana. No obstante le faltaba, eso no era nada, solo despertó un cosquilleo en su mente, y sabia como hacer que sintiera los mismos deseos que ella por ver sangre, y con nombre. Para lo mismo jugó a ser su consciencia, pero la mala.
Kioyu salió de la habitación por completo, y Yesyca se vio luchando por la cordura que su hermana ponía en peligro. Sus ojos mutaron en un color rojizo poco disimulable, solo que ni ella misma lo notó, debido a que quería evitar al espejo para evitarse a si misma.
No pudo soportarla, se  tiró del cabello intentando callarla consiguiendo únicamente que continuara. Yesyca salió de la cama y corrió al espejo. Su hermana deformó su reflejo dejándose ver frente a ella. Luego se apartó de su figura, tomando forma propia. Vestida por un atuendo totalmente blanco, sus hombros eran cubiertos por el largo de su castaño cabello, y sus ojos se oscurecieron al separarse de los de su hermana. Simulando estar detrás de ella la abrazó por la espalda antes de susurrarle algo al oído. Yesyca tomó su cuaderno, el cual se encontraba prácticamente junto a ella, y lo aventó contra el espejo. Trozos del cristal cayeron a sus pies mientras que la risa de Erika resonaba en su cabeza a la ves que desaparecía de su vista. La chica trató de normalizarse, haciendo que sus ojos volviesen a su color normal. Kioyu oyó el fuerte ruido y volvió donde ella. Al verla frente a lo que quedaba de espejo rodeada del los retasos del cristal no se sorprendió en absoluto, y no tuvo motivo por el cual perder su habitual calma.

—Espérame, no tardare—dijo despidiéndose de quien se encontraba del otro lado de la linea telefónica antes de cortar sin darse tiempo de oír una respuesta.
Lenta y despreocupadamente se acercó a ella. La chica mantenía la mirada gacha y estaba trabajando su respiración tratando de normalizar su pulso. Kioyu levantó el cuaderno del suelo que se encontraba de solapas abiertas del lado de fuera.

—No lo toques—susurró ella. Él solo lo cerró y lo dejó sobre la mesa de luz.
—¿Me concedes el lujo de saber a que se debe el fallecimiento de mi querido espejo?—le preguntó.
Yesyca volteó y quedó frente a él.
—Quiero probar esa superstición de los siete años de mala suerte—dijo sonriendo falsamente—¿Usted me concedería el lujo de saber a que se debe esa inesperada llamada?, ¿o el porqué de que ella tenga tu número de celular?—preguntó resaltando los pronombres personales antes de continuar—¿Me permite señor Edgewood conocer el grado de importancia de aquella llamada que logró separarlo de mí?.
Un momento de silencio le alcanzó al joven para leer en su mirada lo que pasaba. 
—Al parecer el grado de importancia se lo diste tu, Yesyca—respondió sin desinterés alguno en el asunto—Estas celosa—dijo dibujando una media sonrisa en su rostro que mostraba diversión.
Ante eso ella no respondió mas que con un bufido.
Kioyu le echó la culpa al “desequilibrio emocional”  que su novia padecía, pero Yesyca le atribuyó toda la culpa a Marceline, mientras que Erika se lavaba las manos quedándose a un costado.
—Responde las otras dos preguntas entonces—dijo en un tono suave y bajo ladeando la cabeza .
—Tiene mi número por trabajo, y me llamó por lo mismo—dijo regresando con seriedad al tema

Medio ejercito estaba en la morgue, y tanto Abadeer como Howard creían tener a Edgewood de su lado, y él no les daría otra impresión.

—¿Entonces si iras?—preguntó persiguiéndolo escaleras abajo.
—Si iré—le afirmó mientras terminaba de ponerse su chaqueta a mitad del recorrido.


La puerta principal se abrió y se vio ingresar a Alicia, quien volvía de hacer unas compras. La anciana caminó a la cocina con las bolsas de plástico en las manos. Kioyu la siguió siendo imitado por Yesyca. La segunda personalidad de la chica por su parte parecía divertida.

—Necesitas azúcar—dijo el millonario dirigiéndose a quien tenia a sus espaldas.

Desde un punto de vista lógico darle azúcar sería lo peor que podría hacer. El joven revisó las bolsas que Alicia había dejado sobre la mesada obstruyendo la vista de Yesyca. Erika estaba curiosa, y obligó al cuerpo de su hermana a que saltara sobre su espalda, aferrándose de él, quien la miró por sobre su hombro antes de seguir con lo suyo.

—¿Que es eso?—le preguntó haciendo que los gritos anteriores perdieran importancia.
—Tu dieta—respondió haciendo que bajara de su espalda—Buen provecho—dijo colocando el pote de telgopor con medio kilo de helado entre sus manos, antes de besar su frente y salir de allí dejándola algo confundida.
—Que no salga—le susurró a Alicia al pasar junto a ella. La mujer asintió levemente con la cabeza antes de continuar con su labor.
La muchacha se quedó congelada en el lugar. Al oír la puerta cerrarse despertó. Aun con el pote de helado en las manos caminó a la sala y observó por el enorme ventanal como Kioyu abandonaba la instalación en su auto. Una ves perdido de vista reacciono.

—¿Helado?—se preguntó interioremente—Se va con otra...¿y me da helado?—Soltó una risa algo estruendosa-Yo también puedo jugar.